– Ficción –

Anoche traté de recordar los buenos momentos contigo. Pero al final siempre acabo viéndote marchar. Tuve que recurrir a la ficción para así hacerte anhelante de mis besos, te hice dependiente de mis abrazos, vi en tus ojos el rubor del que se siente observado. Dime por qué tengo que recurrir a la imaginación para que me quieras.

– Dejarnos llevar –

No nos queda tiempo ni para odiarnos. Idas y venidas a ningún lugar, simulando un ajetreo que impida vernos, temiendo que si lo hacemos, todo se irá definitivamente al traste.

¿Y por qué no hacerlo? ¿Por qué no dejarnos llevar? Si ése parece ser nuestro destino, ¿por qué demorarlo? Con lo sencillo que es no quererse, nosotros hacemos de eso un problema.

– Día de boda –

Saliste corriendo justo cuando iba a terminar de explicarme. No te hicieron falta mis argumentos para dejarme plantado en la calle Mayor. Fue tu grácil forma de correr la que me hizo descubrir en ti a otra persona. Fueron tus rodillas articuladas, fueron tus manos junto al pecho, fue tu pelo deambulando de un lado a otro, fue aquella chaqueta de cuadros envolviendo tu cuerpo.

Todo ello me ayudó a ver la sencillez perdida. Entre tanto desfile, te seguí como el espía a su espiado, con la distancia suficiente como para demostrarme en cada segundo la oportunidad desaprovechada. Cuando ya te tuve al alcance de un abrazo, previsor de la reconciliación deseada, aquella explosión nos devolvió a la desazón que siempre pareció acompañarnos: tú ahora entre cenizas que flotan en el viento, yo herido desde entonces aquejado de desamor imperecedero.